La mayor parte de los
sucesos acerca de los que nos informan los noticieros televisivos convencionales aparecen como imprevistos por
el simple motivo de que nadie sigue con un análisis mínimamente serio los
acontecimientos políticos y sociales y se limitan en su tratamiento e repulgar
al infinito un sostenido sentido común.
Así, ahora se entera de
que las huelgas de la administración pública nacional prácticamente paralizan
el gobierno de Dilma Rousseff. Primero fueron los profesores de las altas casas
de estudio federales, quienes llevan ya cuatro meses sin dar clases en todas
las universidades. Luego vinieron las medidas de lucha del funcionariado
público, entre ellos, los de la Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria que
cumple un papel clave en el comercio exterior de medicamentos y alimentos. Llego
luego el turno de la Policía Federal, e inmediatamente otras reparticiones se sumaron,
como por ejemplo el órgano recaudador Ingresos Federales, el ministerio de
Salud, el de Planificación, el de Justicia y Medio Ambiente…
Para la Confederación
Nacional de Trabajadores públicos, el movimiento huelguista que se expandió a
partir de junio abarca en total 28 reparticiones e involucra a más de 370 mil
funcionarios. Pero para el periodista que presenta el informe hasta no hace
mucho Brasil era el ejemplo a seguir precisamente por su baja conflictividad
social y el consenso que, al parecer, hilvanaba a todas las clases sociales, de
modo que lo que ahora se muestra y escucha choca contra sus afirmaciones de
unas horas atrás, aunque el hombre de prensa no se digne siquiera a
consignarlo.
Ayer nomás fue Chile,
después Brasil y hasta Uruguay, vara uno a saber a quién le tocará ganar la
rifa mañana…
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