No es novedad que el enfoque del Diseño Curricular (Resolución N.º 365/ SED/2004) de la Ciudad está en el foco de las reformas. Se ataca sus fundamentos a través los resultados de las pruebas y mediciones estandarizadas, para nada inocuas, para nada neutrales, para nada inocentes. La disputa por el sentido pedagógico de la enseñanza y el aprendizaje de la lectura y la escritura, a su vez, excede las fronteras de nuestro sistema educativo: las neurociencias buscan ser el “nuevo” faro para la formación de estudiantes y lectores a nivel mundial. Así, especialistas y académicos que conocen el aula sólo como una muestra de laboratorio, se apresuran para aggiornar recetas que atrasan un siglo. Para acceder a una síntesis de este debate podemos remitirnos a Pinau y Friederich (https://www.revistaanfibia.com/como-ensenar-a-leer-y-escribir/).
En el ámbito nacional, la Provincia de Mendoza destaca como punta de lanza en la implementación del programa de Fluidez Lectora. Entre la documentación que tiene a disposición en la página, podemos notar un interés marcado por la medición cuantitativa de la lectura en voz alta producida por alumnos de distintos niveles del sistema educativo. Su lema: «Leer fluidamente es una actividad esencial para el éxito en la escuela y en la vida» (https://www.mendoza.edu.ar/fluidez-lectora/) En una sociedad basada en la desigualdad económica y social, esa afirmación es cuanto menos, una bandera de alerta.
Según dicho programa la fluidez lectora “Es la lectura que se realiza sin esfuerzo que facilita la comprensión de los textos mediante la pronunciación y entonación adecuada de las palabras”. Sin muchas diferencias, el Ministerio de Educación porteño señala que “es la habilidad de leer con rapidez, precisión y con la expresión apropiada. Los lectores fluidos comprenden lo que están leyendo. Se desarrolla, por un lado, a través de la lectura repetida y sostenida de textos (…)” (https://buenosaires.gob.ar/noticias/como-es-la-prueba-de-fluidez-y-comprension-lectora-que-tomaran-10-mil-estudiantes-portenos) En pocas palabras, fluidez implica velocidad y adecuación de la entonación y se “supone” causa de la comprensión. Los lectores de esta nota podrán pensar si hay prueba o fundamento para dicha relación o incluso si no sucede a la inversa, siendo la comprensión garantía o al menos condición para poder leer con soltura y entonación un texto. En cualquier caso, la finalidad de la lectura no puede ser la expresión en voz alta y mucho menos asignarle una carga de casi 50 (cincuenta) actividades fijadas en los terceros grados de las escuelas de la Ciudad de Buenos Aires. Un dislate que nos llevaría a descartar contenidos con el fin de tabular resultados: todo en función de cronometrar la velocidad de la lectura.
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