A la hora de pensar la cultura y la política el marxismo ha sido particularmente fértil en el análisis de una problemática fundamental: la novedad. El principal mérito de todos esos variados aportes ha sido el de comenzar por poner en discusión su carácter de tal. Esto es empezar por responder un interrogante simple: ¿qué hay de nuevo en esto que se muestra pretendidamente novedoso? Desde la repetición con otras formas que van de la tragedia a la farsa enunciada por Marx en el 18 de Brumario, pasando por las pervivencias de lo viejo en disputa con lo nuevo esbozadas por Gramsci, como posibles marcas del cambio de época, hasta llegar al desarrollado análisis de las variaciones de las formas culturales y sus disputas entre lo arcaico, lo residual y lo emergente, postuladas por Williams, por solo mencionar algunos trabajos y autores, analizar críticamente aquello que se muestra como nuevo es un tema obligado para el pensamiento crítico. Lenin, Trotsky, Brecht, Benjamin, Jameson y otros también han puesto el foco en ello.
La editorial Taurus
acaba de editar Rasgos del nuevo
radicalismo de derecha, un pequeño libro en el cual se reproduce una
conferencia dictada por Theodor W. Adorno
en la Universidad de Viena en 1967. En ella se pone el foco en un único tema
que además de ser un fenómeno interesante marcaba la necesidad política de
reflexionar sobre él: el ascenso de la Nationaldemokratische Partei Deutschland
(NPD) en la que era la República Federal de Alemania. La lectura de las 48
escasas páginas donde se reproduce la conferencia (el libro además cuenta con
epílogo crítico a cargo Volker Weiss) produce un efecto de actualidad
inquietante. Los rasgos que Adorno destaca de la NPD y que desmenuzan la forma
y el contenido de las por entonces “nuevas derechas” son en gran medida los
mismos de estas otras que inundan nuestro presente. Para decirlo pronto, Adorno
analiza magistralmente a la NPD como parte de las “nuevas derechas europeas” de
finales de los sesenta, pero parece estar hablando de las “nuevas derechas de
hoy”, algunas autodenominadas libertarias, de sus figuras alocadas, de sus
interpelaciones carentes de conceptos y de la responsabilidad política que
implica tomarlos en serio, debatir sus posiciones y enfrentarlos por lo que son
ahora y, fundamentalmente, por lo que pueden ser.
La
permanente actualidad de un método
A la hora de analizar
el fenómeno del ascenso de las “nuevas derechas” Adorno comienza por el
principio y es ponerlo en relación con las condiciones sociales que lo
enmarcan, sosteniendo que son ellas las que se mantienen como condición de
posibilidad de su emergencia. La tesis es clara. Para Adorno: “El radicalismo
de derecha, o mejor dicho, el potencial de dicho radicalismo (…) se explica por
el hecho de que en todo momento siguen vivas las condiciones sociales que
determinan el fascismo”. Esta afirmación pone el foco en el método de análisis
propuesto por al autor y confirma que empezar por lo concreto siempre es el
mejor primer paso pero, a la vez, que debe complementarse con el análisis de la
coyuntura, de la política, de lo puntual, o de lo evidente del fenómeno. “Las
condiciones que determinan los movimientos fascistas, a pesar del fracaso de
estos, siguen vivas en todo momento en la sociedad, aunque no necesariamente en
la política”. En ese punto la presencia o no en el ámbito político de este tipo
de expresiones políticas depende de varios factores que exceden a la política
pero que la contienen. Fundamentalmente uno: la tendencia a la concentración
económica del capital dominante que, como sostiene Adorno, es una tendencia “de
la que no cabe duda alguna por mucho que se la pueda hacer desaparecer del
mundo por medio de todas las artes estadísticas imaginables”. Como contracara
de esa concentración del capital está “la posibilidad de desclasamiento, de degradación,
de unas capas sociales que, según su conciencia subjetiva de clase, eran
totalmente burguesas y deseaban mantener sus privilegios y su status social, e
incluso reforzarlo en la medida de lo posible”.
La dificultad principal
para pensar en el socialismo como alternativa radica en el papel jugado por los
gobiernos que desde una posición “no ortodoxa” en lo económico se han ubicado
como sostenedores del sistema económico y como contenedores de los conflictos
que este genera. Adorno señala puntualmente a los gobiernos de la social
democracia en Alemania. Sobre todo a las consecuencias del liberalismo
keynesiano que, al mismo momento en que evita las posibilidades de un cambio en
la estructura social, refuerza distintas amenazas; entre ellas, la del
empobrecimiento general y fundamentalmente el de las capas sociales
anteriormente mencionadas. La inflación paulatina que viene añadida a la
expansión del keynesianismo y que es el modo en que la sociedad experimenta un
constante deterioro de sus condiciones de vida trae consigo la siempre presente
posibilidad de que lo que viene puede ser peor. El cuadro no puede ser más
simple. Se apunta a mantener y a sostener una crisis permanente que lo que hace
es confirmar a aquellos que se construyen como administradores de esa propia
crisis. Es interesante reparar en un detalle: para la retórica, como ciencia
del decir, la crisis permanente es un oxímoron. O sea, es la unión de dos
términos encontrados que se oponen en una misma proposición. Si es crisis no
puede ser permanente salvo para la retórica y para los intentos del
mantenimiento del sistema capitalista…
En ese punto, lo que
los movimientos de derecha hacen es montarse sobre la sensación de catástrofe
social y establecer un diálogo mano a mano con ella. “Se apela al deseo
inconsciente del colapso o la catástrofe”, sostiene Adorno para explicar,
justamente, esa comunión de cuestiones objetivas con motivaciones psicológicas.
Verdadera distorsión
El artículo completo de
Javier Palma puede leerse aquí.
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