En breve síntesis
digamos que vimos al parado español que besa a su mujer y va en busca de un trabajo
que no conseguirá, ni siquiera de sus amigos; para consolarse de tanta amargura
visita el hotel donde pasó su luna de miel, pero en el lugar hay un museo a
medio inaugurar, ingresa, resbala, se cae sobre unos cimientos en construcción
y un hierro se le mete en la cabeza… Y ahí se nos cortó la luz. Iban unos veinte
minutos de un total de aproximadamente noventa y cinco.
Puteada, cena a la luz
de las velas, paciencia. La perseverancia rindió sus frutos al día siguiente
cuando pudimos terminar de ver el filme. Y he aquí la paradoja que queríamos
contar: lo más grato fue esa porción inicial, el resto es muy lugar común y
desfile de personajes y situaciones esperables. No veíamos la hora de que
terminara; concluimos obligadamente que a veces el destino es sabio.
En fin, la anécdota se
convirtió en crítica. Si no conocen mucho del cineasta español búsquense la
primera y victoriosa Acción mutante.
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