Quedan atrapados por la lluvia. Son unos
minutos. Como todavía falta para que la clase arranque permanecen juntos bajo
el alero de metal que rodea buena parte del patio de los recreos.
Después del saludo de rigor se dedican a
ocupar el tiempo hablando sobre la cortina de agua que parece no tener final, a
juzgar por lo que ha venido ocurriendo a lo largo de la última semana.
Charlan mientras se sacuden el agua el
agua de las camperas, acompañan las manos con movimientos de la cabeza y el
cuerpo como si fueran perros recién bañados.
La conversación se extiende y se ponen de
acuerdo en que lo peor de todo es andar con los pies mojados, que si no a la
enfermedad las zapatillas echas sopa te condena a un mal humor, una incomodidad
insoportable.
Del calzado saltan a las medias, lo bueno
que sería tener un par de repuesto para poder cambiárselas. Y de la mojadura
derivan hacia los dedos que se enganchan en los agujeros de los zoquetes y lo
mala que vienen las medias últimamente.
En ese punto no acuerdan. El profesor
dice que se la pasa tirando medias que rápidamente se gastan, se ponen tirantes
en la parte de la planta del pie, se adelgazan, se vuelven transparentes y
finalmente, sin demasiado uso, se abren en los pulgares y, lo que es peor, en
los alones. Inútiles ya, van a parar al tacho de basura.
En contrario el estudiante le sopla un
secreto. Hay que ir dándolas vuelta, al girarlas la superficie sometida al roce
y la presión no es uniforme e invariablemente la misma, y así las medias duran
mucho más.
El docente lo mira sorprendido y replica a continuación que, claro, eso se puede hacer con las llamadas “tubo”, pero no con las que usa él, es decir las clásicas medias que vienen de fábrica con el talón marcado y reforzado. No importa si se trata de unas u otras, es o mismo, continúa el muchacho. El hombre entonces le pregunta: “o sea que en mi caso vos te las pondrías al revés, con la parte del talón para arriba, sobre el empeine…” Y el muchacho le contesta: “Claro, profe, uno no va a andar haciendo lo que las medias le ordenan”.
El docente lo mira sorprendido y replica a continuación que, claro, eso se puede hacer con las llamadas “tubo”, pero no con las que usa él, es decir las clásicas medias que vienen de fábrica con el talón marcado y reforzado. No importa si se trata de unas u otras, es o mismo, continúa el muchacho. El hombre entonces le pregunta: “o sea que en mi caso vos te las pondrías al revés, con la parte del talón para arriba, sobre el empeine…” Y el muchacho le contesta: “Claro, profe, uno no va a andar haciendo lo que las medias le ordenan”.
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