La crónica que describe
el acto dice que el segundo recambio en el gabinete tuvo un tono nostálgico. Al
parecer, el gobernador Antonio Bonfatti tomó el juramento a la nueva ministra
de Educación, Claudia Balagué ("bienvenida al gobierno", le dijo) y
despidió con elogios y un regalo a la renunciante, Letizia Mengarelli.
"Una gran compañera" -la llamó- y le agradeció el "maravilloso
gesto" de haber desempeñado el cargo hasta ayer no más. Bonfatti había
dicho que Mengarelli se iba por "razones personales", pero después
aclaró que hace cuatro meses le había pedido "dar un paso al costado"
por un "problema de salud". Él le habrá sugerido que se quedara hasta
fin de año. "Faltó un par de semanas, pero como se dijeron tantas
barbaridades, decidí adelantar el acto", aclaró. Mengarelli se llevó los
aplausos más cerrados y, al final, rodeada de saludos y abrazos, no pudo
contener el llanto. "Todas las despedidas duelen. Necesito un tiempo de
recuperación, pero ya voy a volver, donde me toque", prometió. Balagué
deslizó que podría integrar su equipo de asesores, junto con la ex ministra
Elida Rasino.
Cuando termina de leer
piensa divertido hasta qué punto la patada oficial en el traste de la ministra
de Educación de la provincia de Santa Fe se asemeja al desplazamiento de Matías
Almeyda como director técnico de River y su reemplazo por Ramón Díaz. "Éste
es un gobierno de postas" dijo en la ocasión Bonfatti, casi las mismas
palabras inverosímiles e hipócritas que unas horas antes pronunció Daniel
Passarella.
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