jueves, 6 de diciembre de 2012

La hija de la Cabra, de Mercedes Araujo


Araujo, Mercedes, La hija de la Cabra, novela, Buenos Aires, Bajolaluna, 2012, 182 páginas.

Mercedes Araujo es oriunda de Mendoza, y hasta ahora, según menciona la solapa, había publicado algunos volúmenes de poesía. Ésta es su primera novela.
La hija de la Cabra no miente ni engaña, y según el programa de acción narrativa que se puede trazar desde los dos epígrafes iniciales, el intento es encontrar una zona de imprecisa intersección entre la prosa de Antonio Di Benedetto y el cada vez más revalorado Eisejuaz de Sara Gallardo. La conclusión obligada es que a veces no conviene tener las cosas tan claras al momento de sentarse a escribir.
Así, la historia de amor, situada en desértico norte mendocino, entre Juana, la hija de la Cabra y del cacique Cunampas, y el forastero que huye, va sumando un pequeño grupo de seres, entre los que se destaca un cura más o menos solidario, Marcos el Tigrito áspero que odia a los blancos, la Vieja y Rosalía, el experto Martinelli, que se aparta de baqueanos y milicos para escribir nostálgico en su cuaderno cartas a su esposa mientras empuja junto a los civilizados la empresa del vacimiento del río que inevitablemente exterminará a los bárbaros.
La narración alterna una tercera persona pegada a los personajes y el espacio de Las Lagunas, y una primera que salta de un personaje a otro. Pero la homogeneidad la da un estilo que busca desequilibrar la línea de la prosa con énfasis poéticos que desnudan el intento por pergeñar una suerte de lengua de propensión “mitológica”. El resultado es demasiado esperable.
Posdata para editores: Es importante que el lector note que “Cabra” nombra a la sufrida y difunta madre de Juana -quien aparece agónica en la página 28-  y que lleva la C, así, grande; por lo tanto el haber seleccionado la tipografía en mayúscula para tapa y portada no es lo mejor. Aunque quien escribió la contratapa parece no haberlo notado, y por eso mandó la minúscula. Claro que, como se sabe, quienes escriben solapas, gacetillas y contratapas no tienen por qué haber leído el texto.


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