Sobre la carpeta del estudiante que se sienta en el segundo banco de la derecha asoma el rostro de Mariano Ferreyra; debajo, la consigna: Juicio y castigo para todos los asesinos de Mariano. La fotografía y las letras son de color rojo y brillan sobre un fondo rectangular oscuro cuyo contorno se pierde sobre el cartón negro ajado por las manos apresuradas y el trajín cotidiano.
El profesor mira la conocida imagen y está a punto de hacer una reflexión general, en voz alta, como para que toda la clase la escuche. Lo que quiere decir es que está acostumbrado a ver fotos de equipos de fútbol pegados al frente de cuadernos y carpetas, que varían sus camisetas según los barrios en los que le ha tocado en suerte dar su materia; o a roqueros famosos y por lo general heroicos, de Jimi Hendrix y Joey Ramone a Luca Prodan pasando por Bob Marley, Kurt Cobain y Pappo; automóviles de carrera, modelos y hasta vedettes... Que en ese mundo de las representaciones se sume ahora Mariano Ferreyra es todo un signo de época, un vuelco en los espíritus, un sol que asoma y de verdad, no como en los discursos burocráticos que suelen acompañar las fechas patrias.
Pero le parece mucho, demasiada cháchara moral. Y como no encuentra palabras mejores, por ahora decide que más vale mantener la boca cerrada y limitarse a sonreír cómplice la próxima vez que la mirada del muchacho se cruce con la suya.
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