El
arquitecto sir Norman Foster lo diseñó originalmente para el Banco Ciudad pero después de algunos tiras y aflojes el
edificio fue inaugurado finalmente como flamante sede del gobierno
de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Ocurrió allí, en Parque Patricios.
El lugar donde ahora se levanta la mole imponente eran una lágrima oscura, derruida y temida por el barrio, de modo que los vecinos no pudieron sino celebrar la buena nueva, cargada de gesta civilizatoria.
El
británico Foster fue el invitado de lujo de la ceremonia de corte de cintas que en su momento compartió con Mauricio
Macri. No se privó de hacer algunas declaraciones, en las que se pudo escuchar y leer:
“La idea era diseñar un edificio flexible, que pudiera transformarse y que
estuviera preparado para el cambio. (…) Como este edificio, un gobierno debe
ser transparente y comunicativo (…) ¿No es acaso el gobierno ideal
transparente? ¿No se trata de que haya comunicación dentro del propio gobierno
y entre el gobierno y los ciudadanos? La transparencia del edificio y su
apertura es una forma de comunicar”.
Los
vecinos de la zona pudieron constatar, pocos días antes de la pomposa inauguración,
que Uspallata, la calle que está frente a la mole de cemento, era cerrada por
una cerca metálica a la que bastaba clausurar con una suerte de puertas
corredizas para que nadie pudiera acercarse. O sea la versión fija de las vallas
más o menos móviles que suelen blindar a la Casa Rosada para que no la alcance
la furia de los protestones.
Poco después se desparramó la cerca de firmes rejas y la casilla de seguridad con varios habitantes fijos. A veces también se suma algún móvil de la policía de la ciudad estacionado adentro. O sea que muy aceleradamente cobró sustento la sospecha de que la
mudanza de la sede de gobierno perseguía el objetivo de dificultar y a
la vez silenciar los reclamos contra el gobierno porteño, que hasta no hace mucho resonaban en el centro de la ciudad.
Para un trabajo que su hijo tenía que entregar a la escuela, ayer nomás anduvo paseando un rato por Google; y en las muchas páginas de hermosas imágenes dedicadas a la épica construcción casi nunca aparecen destacadas las rejas perimetrales. Qué curioso, ¿no?
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