Hace poco le ocurrió
algo curioso, una de esas cosas que jamás pensó que podría ocurrirle. Volvía de
la escuela en el 134 cuando de pronto lo sorprendió el diálogo de una madre con
su hija de unos diez años. La mamá venía hablando de vaya uno a saber qué con
otra mamá, paradas en el medio del colectivo, cuando de pronto una de ellas usó
la palabra. De inmediato la nena, que seguía atenta la charla, tironeó el buzo
de la mujer y le preguntó sin mediar
prólogo: “Ma, ¿qué es un cassette?”.
Simplemente no lo podía
creer. Él, que ha juntado miles, y que si bien se fue deshaciendo de la mayoría
todavía atesora una reserva razonable; él, que cada vez que su mujer amaga con
tirar el radiograbador Pioneer al carajo la frena en seco con un “ni se te
ocurra”. Él, jamás hubiera imaginado una situación igual: la de alguien, no
importa su edad, que no sabe lo que es un cassette.
La madre explicó
paciente: es como una cajita de plástico chica, adentro de la cual hay una
cinta que se mueve y desenrolla de un lado a otro, y se usa con unos aparatos
especiales con parlantes para escuchar música y un micrófono para grabar las
conversaciones…
Por eso ahora, que con
el quinto año están analizando las campañas y las diversas estrategias del
discurso político de cara a las PASO, y uno de los estudiantes alaba el modo en
que un candidato presentó ayer a la noche en la televisión su programa partidario,
el profesor que está a punto de comentar “pero ¿a vos no te suena un poco a cassette?” se frena en seco al
recordar la anécdota. Aunque le cueste por el hábito adquirido, no le queda más
que buscar rápido en su imaginación alguna otra metáfora.
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