Un cálido hogar yanqui,
vamos por nuestro cálido hogar
yanqui
corremos, gritamos, remamos,
trepamos
todo sea por nuestro cálido hogar
yanqui
¿creen que algunas hileras de
ladrillos flojos
o erizadas espigas de alambres de
púes lograrán contenernos,
detenernos,
que pueden disipar el vendaval,
el bramido de las aspas de la desesperación?
Nos arrastramos con los bebés a
cuestas
con las rodillas quemadas
con sed con hambre con la lengua partida
con la cabeza levantada para
chupar
el agua de la lluvia
con la cabeza gacha para que el
agua de la lluvia no nos ahoge
como a los pavos.
Vamos por nuestro cálido hogar
yanqui.
Pum, para arriba
camuflados entre las piedras y los
cactus
públicos, evidentes, vistosos con
nuestras pancartas de reclamo
para que muchos nos acerquen pan y
queso
Para que muchos nos caguen a balazos
asustados de tamaña
oscuridad.
Reptamos silenciosos
eructamos aullidos sin tiempo
nos agitamos saltimbanquis
somos viudas, obreros sin trabajo,
maestras sin escuela,
cabos y sargentos de pasado
sospechoso,
madres adolescentes,
chicos con ropas tomadas de la
basura
que todas las noches se limpian
los dientes con corteza de árbol.
Rogamos, puteamos, besamos,
hacemos gárgaras de saliva espesa
y seguimos hacia
allá arriba, allá:
nuestro cálido hogar yanqui.
Prefabricadas de madera entre
águilas y buitres,
y sherifs de anteojos oscuros y
pesadas armas herededas de Vietnam,
de Panamá, los Balcanes, Libia,
Siria, Irak, Afganistán.
Cada tanto las patas con llagas se
entierran en la arena alquitranada
en la que se derriten pilas de
inservibles tablas de surf y malolientes big macs.
Vamos, apuremos el paso
por nuestro derecho a diez horas
como repositores en un supermercado
o doce empacando verduras en
cajones de espinosa madera.
Vamos por nuestro cálido hogar
yanqui,
netflix, pizza congelada, sofá con
apoyapiés
y un interminable burbón.
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