Ayer, jueves, a la noche, hubo más de dos decenas de cortes de calle y caceroleos en Rosario, Córdoba, Mendoza,
frente a la quinta presidencial en Olivos, en diversos cruces de la ciudad de
Buenos Aires y en la Plaza de Mayo. Más allá de la opinión que se tenga sobre
sus manifestantes y reivindicaciones, lo cierto es que en ningún caso se
obstaculizó la voluntad de protesta de la gente, no hubo gran aglomeración de
uniformados a su alrededor, el gobierno optó por la indiferencia y por tratar de que
no se notaran mucho, razón por la cual existió un cerrojo de los medios que
directa o indirectamente responden al gobierno.
Por el contrario, desde
las primeras horas del viernes el Puente Pueyrredón estuvo cercado por cientos
de policías, guardias de infantería y gendarmes que durante horas impidieron el
acceso al puente para que se pudiera desarrollar el acto allí programado. De igual modo hostigaron a los trabajadores en huelga mientras se concentraban y
más tarde marchaban hacia la Plaza de Mayo. En alguna de las pocas entrevistas sobre el tema que se pudieron escuchar por la televisión, el titular de la Central de los
Trabajadores de Argentina, Pablo Micheli, destacó enojado la diferencia entre los unos y los
otros.
La pregunta es por qué
ese trato diferenciado en cuanto a las órdenes oficiales hacia las fuerzas de
seguridad entre la noche del jueves y la mañana y la siesta del viernes.
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