lunes, 14 de enero de 2013

Un discurso de fin de curso en Santiago de Chile


El Presidente del curso 4°F Humanista del Instituto Nacional, Benjamín González, se salió del libreto e hizo pedazos el cuestionado modelo educativo chileno basado en el lucro y el “éxito” individual, ante el desconcierto de las autoridades presentes. Su valiente intervención de denuncia de las viejas prácticas heredadas de la dictadura y mantenidas por los gobiernos que la sucedieron debe ser celebrada.

Don Jorge Toro Beretta, Rector del Instituto Nacional, Don Raúl Blin Necochea, Vicerrector del Instituto Nacional, Doña Carolina Toha Morales, Alcaldesa de la comuna de Santiago, padres, apoderados, amigos y compañeros.  Autoridades varias y vagas. Tengan todos ustedes, muy buenos días.
Antes de comenzar a leer estas líneas, con motivo de la Licenciatura de los Cuartos medios 2012, mi generación, me gustaría pedir perdón. Perdón a quienes después de revisar un discurso que yo envíe semanas atrás, me autorizaron y dieron la oportunidad de leerlo aquí frente a ustedes. Disculpas porque las páginas que hoy leeré, son distintas a las de ese borrador. De otra forma no me hubieran dejado hacer este discurso. Disculpas y espero puedan entenderme.
Cuando me embarqué en la tarea de hacer un discurso con motivo de la Licenciatura, me encontraba con más dudas que certezas. ¿Qué digo? ¿Cómo, en cinco minutos, resumir mi paso por este colegio? ¿Cómo, en un discurso, intentar plasmar siquiera en su uno por ciento, la gama de sentimientos que poseo hacía El Nacional? ¿Cómo redactar algo, lo suficientemente digno para tan importante día?
En primera instancia, intenté hacer algo similar a los discursos que he escuchado, como presidente de curso, cada diez de agosto, en las ceremonias de aniversario del colegio. Hacer un breve repaso de la historia del colegio. Mi idea era empezar diciendo que el Instituto Nacional fue fundado como una obra del gobierno de José Miguel Carrera en 1813, tras la fusión de las casas de estudio del periodo colonial. Luego, tras la ofensiva de la Corona española por recuperar sus posesiones en América, e identificando al Instituto Nacional como un símbolo de la soberanía y la lucha por la emancipación, deciden clausurarlo. Bernardo O’higgins, cinco años después, con la Independencia ya asegurada, lo reabre para seguir funcionando, sin interrupción, hasta nuestros días.
También pensé recordar que han sido Institutanos, 18 presidentes de la República de Chile. Entre los que destacan nombre como Pedro Aguirre Cerda, José Manuel Balmaceda y, el poco mencionado en los discursos, Salvador Allende.
Pero no. Hoy no vengo a repetir ni recordarles lo que ya todos sabemos. (Para más información leer el artículo del Instituto Nacional en Wikipedia, muy interesante) Ni tampoco vengo a hablar en representación de todos ustedes, ni siquiera represento, como presidente de curso, la voz de mis compañeros. Cosa que no quita, que puedan hacer suyas estas palabras. Así como en la televisión, advierto: Las opiniones vertidas en este discurso no representan necesariamente el sentir de mi curso, familia, amigos ni colegio. Este discurso me represente a mí y solo a mí. Yo soy su único responsable.
Hoy, vengo hablar de aquello que todos como Institutanos callamos. De aquello que la historia oficial prefiere olvidar y dejarlo fuera de lo público. De aquello de lo cual todos somos culpables: las autoridades por ocultarlo bajo el manto de la tradición o el amor a la insignia, los Institutanos fanáticos que avalan y defienden irracionalmente conductas que rozan en lo enfermizo y los Institutanos que reconociendo la enfermedad, no hacemos nada al respecto: ni irnos del colegio, ni intentar cambiar algo.
Cuando entré en séptimo básico y me dijeron que el gran Instituto Nacional llevaba 193 años de vida, saqué la cuenta y pensé que si no repetía ningún año saldría para el aniversario 199. Un año antes del famoso Bicentenario. Hace 6 años me dio tristeza e incluso, un poco en broma un poco en serio, pensé que sería una buena opción repetir para ser parte de la “Generación Bicentenario”. Hoy, con la perspectiva que el tiempo me ha dado, considero como un símbolo de mi paso por este colegio el salir un año antes de la Gran Fiesta: nunca me he sentido lo suficientemente Institutano como para soportar un año entero de chovinismo Institutano. Incluso, fue uno de los argumentos a favor cuando decidí pasar de curso el año pasado, el no estar aquí para el bicentenario. ¿Por qué?
Recuerdo claramente el segundo día de clases del 2007, cuando llegó una profesora, y nos empezó a contar la historia de este colegio, además de decir que del Instituto Nacional han salido 18 Honorables Presidentes De La República, nos comentó que también habían salido de esta institución importantes forjadores de la patria, que cuando nos pasaran Historia de Chile en segundo medio sabríamos. Sin embargo, luego de que en el preuniversitario me pasaran Historia de Chile (en el colegio no la vi más de un mes), reconozco que la profesora obvió el contarnos varios detalles.
Detalles como que entre los 18 presidentes de Chile, no son pocos los que tienen las manos manchadas con sangre de este pueblo. A modo de ejemplo, Institutano fue Pedro Montt Montt, presidente de Chile que dio la orden de asesinar a 3.500 salitreros en el Norte Grande, conocida actualmente como la mayor matanza en la historia de nuestro país (después de los 17 años de dictadura, claro) hablo de La Matanza de la Escuela de Santa María de Iquique. También a mi profesora se le olvidó mencionar que Institutano fue Germán Riesco Errázuriz, presidente de la República en el periodo del auge de la “Cuestión Social” destacando la matanza a raíz de la Huelga de la Carne, la cual dejó un saldo de más de 300 muertos en las calles del centro de Santiago. Previamente, destacan dos tristes hechos en la historia de Chile en que Institutanos también han sido actores principales. Fue un Institutano Manuel Bulnes Prieto, quien sofocó la Revolución Liberal de la Sociedad de la Igualdad, causando decenas de bajas. Fue Institutano también, Anibal Pinto, presidente de Chile, quien nos condujo a una absurda guerra contra nuestros hermanos peruanos y bolivianos por intereses oligarcas. Esta guerra, la Guerra del Pacífico, causó 3 mil bajas en Chile y más de 10 mil bajas en los países vecinos.
Diego Portales también fue Institutano. Para todo el que sepa un poco de historia, cualquier aproximación resultaría vaga en tratar de explicar las obras de él. Prohibió, so pena de cárcel, el participar en chinganas. Instauró una nueva forma de castigo para los “criminales peligrosos”, azotes públicos. Conocida es su frase: “Palos y bizcochuelos, justa y oportunamente administrados, son los específicos con los que se cura cualquier pueblo, por arraigadas que sean sus malas costumbres.”.
Pero, para terminar con este breve, recorrido histórico por la “Historia no contada” de los ilustres Institutanos, quisiera concluir con un deseo: El próximo año hay elecciones presidenciales. Ojalá el número de presidentes Institutanos no crezca hasta los 19. Me daría vergüenza que Laurence Golborne, un Institutano que hasta hace 3 años era Gerente General de Cencosud, (a saber: Jumbo, Paris, Santa Isabel, Costanera Center, entre otros) consorcio que paga $4.072 de patente al año, fuera presidente de Chile.
Más allá de la falsa historia que nos han intentado vender del Instituto, el principal problema que reconozco además funciona como parte básica, casi como un pilar que sostiene todo este aparataje institucional: los mitos y tradiciones.
Recuerdo cuando mi curso de séptimo básico conoció por boca de un profesor, una famosa frase que terminó dando vueltas por la cabeza de todos mis compañeros: “Errar es humano pero no Institutano” sin tener estudios algunos de pedagogía, ni pretender hacer un análisis psicológico de la educación, me parece que la pregunta cae de cajón: ¿A qué clase de profesor se le puede pasar por la cabeza decirle eso a niños de 12 años? ¿Por qué intentar separar al Instituano del humano común y corriente? ¿Tan inteligentes somos? Luego de vivir 6 años con esa frase, ¿Cómo se le explica a alguien que obtuvo 500 puntos ponderados en la PSU? Y que salió con un NEM y un Ranking por debajo de la media nacional.
Desde el primer día que pisé este colegio, sentí como todos los dardos y las acciones van dirigidas a un solo objetivo: el éxito. El éxito no como un instrumento para un fin mayor y más noble (la felicidad, por ejemplo). Sino como la meta final de la vida. Un éxito aparente eso sí, un éxito centrado sólo en lo económico: ser puntaje nacional, estudiar una carrera tradicional, casarse, escalar lo más alto posible en la empresa, comprarse una camioneta para pegarle la insignia del instituto en el parabrisas. Como dirían los Fabulosos Cadillacs: “En la escuela nos enseñan a memorizar: fecha de batallas pero que poco nos enseñan de amor”. Amor a lo que hacemos, amor al prójimo, amor a la clase o incluso a la humanidad. No, nada de eso. Sólo buenos puntajes para el día de mañana comprarse la camioneta 4×4.
Frases como esas son las que forman el carácter del general del alumno Institutano: petulante, soberbio, chovinista y exitista. Personalmente, no es ningún orgullo ser el colegio más odiado de los “emblemáticos” (y no me trago el cuento que nos decían los profesores que es porque somos los más inteligentes o los con mejores pololas) es porque de una u otra manera de verdad creemos que nosotros no nos equivocamos: porque somos Institutanos.
En este colegio desde que entramos, se nos ha inculcado el valor de la competencia y la discriminación. Las evaluaciones tienen que ser individuales. Para que así, la satisfacción del que se sacó un siete, sea personal. De él solo. Sin embargo en la vida: ¿Qué actividad se puede desempeñar solo? Ninguna. Nos educan en una burbuja idílica.
Cuando miro hacia atrás, pienso: ¿Qué valores aprendí en este colegio? Si todos hemos sido testigos de horrorosas frases estilo: “corran como hombres, no como maricones” “asuman sus consecuencias como machitos” “al colegio se viene solamente a estudiar” o “dejen la población en la casa” ¿Son acaso estas frases las que corresponden a un colegio que se jacta de estar forjado sobre los valores de la ilustración? No lo creo. Apropósito de los mismo, yo personalmente no he sido testigo, y tengo la impresión que es una conducta que va en retirada, pero hasta hace sólo un par de años, era común ver a un respetado y sacralizado profesor de este colegio, echando alumnos de la sala por negro. O suspendiendo aleatoriamente (Hacía formarse a un curso y decía: un, dos, tres: suspendido. Un, dos, tres: suspendido) sólo para demostrar su hipotético poder en este colegio. Ahora bien, de lo que sí he sido testigo, es de tratos abiertamente homofóbicos por parte de profesores hacia compañeros homosexuales: “Este colegio por gente como ustedes está como está, váyanse” y, en la misma línea he sido testigo de de profesores pegándole a compañeros (no combos ni patadas, pero sí empujones)
Estas son algunas de las cosas que hacen que yo no pueda sentirme orgulloso, como me han dicho que tengo que estarlo, de portar esta insignia. No podría sentirme orgulloso de ir en un colegio que la sola idea implica discriminación. Si la educación en Chile fuera buena en todos los establecimientos educacionales ¿Qué motivo habría para la existencia del Instituto Nacional? Ninguna. Si mi antiguo colegio me hubiese ofrecido la misma calidad de enseñanza que el nacional, yo no me hubiera cambiado. Pero me cambié porque no la ofrecía. Entonces, ¿Cómo sentirme orgulloso de haber dejado a 40 ex compañeros pateando piedras en mi ex colegio, para yo venir y “salvarme” de no patear –tantas- piedras? La sola idea suena aberrante.
No puedo dejar de mencionar lo sorprendente que fue para mí ver en la página del preuniversitario Pedro de Valdivia (de los mismos dueños de la Universidad Pedro de Valdivia, la cual tiene preso a su ex rector por el escándalo de las acreditaciones) un aviso que decía que habían firmado un convenio con el Instituto Nacional. El símbolo del lucro en la educación firmando un convenio con el símbolo de la educación pública. Es así como el CEPAIN lleva a la práctica sus comunicados “¿a favor de la educación pública? ¿Quién los autorizó para usar el nombre del colegio, a quién le preguntaron?” Patético.
Para concluir esta katarsis contenida por 6 años, me gustaría compartir con ustedes dos anécdotas que me ocurrieron este año en el colegio.
Corrían los primeros meses del año, cuando equis profesor preguntó en voz alta a todo mi curso: ¿Quién de aquí sabe qué es la comisión Valech o el informe Rettig? Ninguna mano se levantó. Nadie de un cuarto medio humanista del “Mejor colegio de Chile” lo sabía.
Y la segunda, casi en la misma línea: El 11 de Septiembre del año que se va, cayó martes. Día en el cual me tocaba por asignatura Historia electivo e Historia Común. En mi interior, cuando me dirigía al colegio pensé que por lo particular de la fecha, y por ser un curso Humanista usaríamos esas 3 horas para discutir respecto al tema. Craso error. Parece que era más importante las Batallas Napoleónicas en historia común y la Ley de oferta y demanda en historia electivo que las bombas de ruido que se escuchaban explotar en el colegio a esas horas de la mañana. Comentando con unos compañeros en el recreo la situación, recordamos que nunca, en los 6 años que llevamos en el colegio nos pasaron el Golpe de Estado (donde, paradójicamente, murió un Presidente Institutano). Es decir, haciendo el experimento que yo sólo sepa lo que me han pasado en el colegio y nada más, no sabría quién fue Augusto Pinochet en la historia de Chile. Repito: Cuarto medio humanista en el mejor colegio de Chile.

Ahora bien (aquí viene la parte emotiva) no podría ser tan hipócrita de sólo quedarme en la crítica. Digo hipócrita porque yo postulé al nacional porque quise y me quedé aquí también porque quise. Y es porque dentro de todo lo yermo aun existen pequeños oasis fértiles. Profesores en los que se puede confiar una palabra más allá de la materia oficial, profesores que entienden la educación más que como un “motor de asenso social” y que conciben al colegio más que como un preuniversitario de 6 años. Profesores de materias “no-psu” que luchan día a día contra el sistema para darle dignidad a su ramo. Y creo que lo logran, sus ramos son los más dignos de todos. Pedro Lemebel, un escritor chileno en una crónica rememorando sus años en el Liceo Manuel Barros Borgoño lo describe mejor que yo, cito: “Pero rescato de ese liceo, las clases progresistas que me enseñaron política, filosofía, literatura, poesía y otras lecturas más allá del horroroso Quijote en papel de biblia que después me lo fumé entero”. No daré nombres, pues sé como funcionan las cosas en este colegio y no quiero que vinculen a ningún profesor con este discurso, pero estoy seguro que ellos saben quiénes son.
Paradocentes que muchas veces te alegran el día con sus saludos y su disponibilidad desinteresada y casi religiosa para ayudarte. Los tíos auxiliares que a las 7.30 de la mañana cuando llegas a la sala y están sólo ellos barriéndola son tu primer “Buenos Días”, tías del Kiosko que nos prestaban microondas cuando a mitad de año dejaron de funcionar los del casino, y en general toda la gente que te conoce por tu nombre y no por tu apellido o número de lista, a todos ellos: gracias, infinitas gracias y espero no se dejen avasallar, porque sepan que tienen todo en contra.
Sin más que palabras de agradecimiento para, como dije anteriormente, lo fértil dentro de lo yermo, palabras de disculpas a los que me dieron la oportunidad de leer un discurso, palabras de desprecio para quienes hacen de este colegio un preuniversitario de 6 años deshumanizador, les digo a ustedes, compañeros de generación: éxito, pero éxito de verdad, del que incluye felicidad y crecimiento personal.
Y espero que con estas palabras no haya herido su orgullo Institutano, si fuera así, cumpliría mi deseo: “Sólo espero que el día de mi licenciatura, me reciban con gritos de odio”.
Compañeros, hoy, se acabaron los 12 juegos. Muchas gracias

Benjamín González,
fue Presidente del curso 4to F Humanista del Instituto Nacional de Santiago de Chile.


jueves, 10 de enero de 2013

Canto obligado por Luciano Arruga


Salta la Banca es Alberto Grammatico, en guitarra y coros; Gonzalo Sosa, bajo; Julián Baranchuk, batería; Mauro Ostinelli, saxo; Santiago Aysine, voz, y Santiago Maggi en los teclados. Esta banda de rock criollo arrancó en la ciudad de Buenos Aires en 2007; en 2008 se conoció su demo Increíble, después fue el turno de Ya no somos dos ahora, de 2009, y dos años más tarde de Seremos.
Ahora presentan su Copla (Canto obligado a Luciano Arruga) que felizmente se puede bajar en forma gratuita desde su sitio de internet.


miércoles, 9 de enero de 2013

La revolución según Nina Simone

Los Beatles incluyeron su famosa “Revolución” en el impagable álbum doble blanco de 1968. Tuvo gran repercusión y, a su manera, buscaba capturar los aires que respiraban los jóvenes de buena parte del planeta. Pero no sólo ellos, por eso de inmediato una gran cantante estadounidense cantó su réplica. "Me pareció bien interesante que Nina Simone hiciera una especie de respuesta a ‘Revolución’. Estuvo muy bien, era una versión de ‘Revolución’, pero no del todo. Sin duda me gustó que alguien reaccionara de inmediato frente a lo que yo había compuesto", declaró John Lennon en 1971.
Los versos firmados por Lennon y Paul McCartney van más o menos así, y si se los medita un poco se verá que por momentos casi parecen la escéptica respuesta de alguien a quien algún partido de izquierda le fue a manguear para su campaña financiera:

Decís que querés una revolución,
bueno, ya sabés,
todos queremos cambiar el mundo.
Me decís que se trata de evolución,
bueno, ya sabés,
todos queremos cambiar el mundo.
Pero cuando hablás de destrucción
podés estar seguro de que no vas a contar conmigo

¿No sabés que todo va a estar bien,
va a estar bien, va a estar bien…?

Decís que tenés una verdadera solución,
bueno, ya sabes
no nos gusta ver algo muy planificado.
Me pedís una contribución,
bueno, ya sabés,
hacemos lo que podemos.
Pero si querés dinero para gente con mentes que odian,
todo lo que puedo decir, hermano, es que vas a tener que esperar sentado.

¿No sabés que todo va a estar bien,
va a estar bien, va a estar bien…?

Decís que van a cambiar la Constitución,
bueno, ya sabés,
todos queremos cambiar las cabezas.
Decís que es la institución,
bueno, ya sabés,
 mejor será que liberes tu mente primero.
Pero si seguís llevando retratos del presidente Mao
no vas a convencer a nadie de ninguna manera.

¿No sabés que todo va a estar bien,
va a estar bien, va a estar bien…?


La contestación fue escrita por Weldon Irvine junto a la Simone, y apareció en el disco A very rare evening, de 1969. La enojada letra dice:

Está en curso una revolución
según alcanzamos a ver lo que vendrá;
sí, su Constitución,
bueno, mi amigo, se va tener que adaptar.
Estoy aquí para contarles acerca de la destrucción
de todo el mal que tendrá que terminar.

Sé que algunas personas se van a hacer la idea
de que ando predicando el odio,
pero, bueno,  si tenemos que nadar en el océano,
finalmente vamos encontrar el modo de comunicarnos.
La lucha diaria para mantenerse con vida
no es tan sencilla como tararear.

Cantamos a la revolución
porque estamos hablando de un cambio,
se trata de algo más que de la simple evolución.
Bueno, vas a tener que limpiar tu cerebro,
porque la única manera para que podamos ponernos de pie
es sacar el pie de nuestra espalda.





martes, 8 de enero de 2013

La nota censurada por Página 12 que ya denunciaba -antes del “asadito” oficial- lo que pasaba en le ex Escuela Superior de Mecánica de la Armada (ESMA) con el supuesto objetivo de "recuperar la memoria"


En el contexto del reciente asado-brindis realizado en la ex Escuela Superior de Mecánica de la Armada, sitio que el gobierno dice que busca "resignificar", y de la marcha que bajo el lema “No al circo en la ESMA” la Asociación de los Trabajadores del Estado (ATE) y la Central de los Trabajadores Argentinos (CTA) junto a organizaciones de derechos humanos y partidos políticos de la izquierda realizaron hoy frente al Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, cobra actualidad el derecho a réplica de Carlos Lordkipanidse -sobreviviente de ese centro clandestino de detención, tortura y exterminio durante la última dictadura militar- que el diario Página 12 se negó a publicar en octubre de 2011.


El pasado domingo 9 de octubre, en las dos páginas centrales del diario Página/12 salen unas notas y subnotas que tienen como título central "Los chicos de la Esma".
Lo primero que pensé fue en mi hijo, Rodolfo Lordkipanidse, secuestrado junto a su mamá el 18 de noviembre de 1978 y llevados ambos a la Escuela Superior de Mecánica de la Armada (ESMA).
Rodolfo tenía apenas veinte días de haber nacido y estaba en plena lactancia, cosa que le fue arrebatada en forma inhumana y salvaje.
Le fue arrebatada la madre también. Las garras de un torturador, el subprefecto Azic, lo arrancaron de sus brazos para llevarlo colgado de sus piecitos al cuarto de interrogatorios contiguo donde estaba yo atado a la cama de torturas.
Allí me prometen reventarle la cabecita contra la pared o el piso si no les daba los datos por los que me estaban torturando.
Como me negué, a instancias del capitán Acosta, lo ponen a Rodolfo encima mío, en el catre metálico en el que estaba atado, y me empiezan a pasar la picana eléctrica mientras sonaba a todo volumen "Chiquitita" de Abba, entre los gritos y aullidos de Astiz, Febres, Federico, Manuel y algunos más que se me olvidan. Estaban en el éxtasis de salvajismo humano. Estaban torturando a un bebé. Habían alcanzado el escalón más alto de su propia degradación, pensé.
Me equivocaba, eran capaces de repetir la brutalidad como ocurrió en 1979 con Evita Basterra y de enseñarla a otros torturadores novatos para que sea aplicado este método de interrogación cuando las condiciones lo permitiesen, de ello se encargaría el teniente Ricardo Cavallo. Recuerdo también que en esa época y mientras esto ocurría, Cantaniño lavaba cerebros infantiles con la musiquita "Vamos a hacer un mundo con amor".
Al año siguiente, en 1980, caen a la ESMA el matrimonio Ruiz-Dameri con sus dos pequeños hijos y ella, Silvia, embarazada.
Recuerdo a los niños corriendo ese día por entre las salas de tortura del sótano del Casino de Oficiales de la ESMA, a la que algún perverso bautizó como la "Avenida de la Felicidad". El varoncito tendría entre dos y tres años y la nena apenas algo más de uno.
En el mes de septiembre, Silvia Dameri da a luz una beba en lo que se llamaba la "Huevera", en ese mismo sótano. Fuimos testigos de ese hecho mis compañeros Víctor Basterra, Nora Wolfsson y yo.
Supe después que la niña fue apropiada por Azic y que los hermanitos fueron abandonados por el médico Capdevilla, uno en una plaza de Rosario y otro en otra plaza de Córdoba.
La madre y el padre fueron arrojados vivos al mar.
Mientras, en esa época, en la televisión Carlitos Balá nos recordaba a todos “que el gusto que tiene la sal, es salado”.
Cuando empecé a leer el artículo que comentaba al principio, "Los chicos de la ESMA", pensé que se trataría de una nota que me volvería a pasar todas esas imágenes frente a mis ojos.
Pero no, se trata de que ahora hay unas actividades en la ESMA para "niños de la sala de cinco del jardín Nº 924", en las que el Payaso Cacatúa los "mata de la risa".

Carlos Lordkipanidse. Sobreviviente de la ESMA
Viernes 21 de octubre de 2011


Amoebic Ensemble, Amoebiasis


Amoebic Ensemble, también conocidos como The Amoebics, fue una banda de “rock de cámara”  experimental oriunda de Providence, Rhode Island. Su primer álbum, y el único interesante, llamado Amoebiasis, fue grabado en Estados Unidos hacia finales de 1996 pero lanzado al año siguiente por el sello francés Stupeur et Trompette! Aunque el resto del grupo también puso el hombro en todos los rubros, Alec K. Redfearn, el acordeonista, escribió la mayor parte de la música, los arreglos y le dio al grupo su color, entre el jazz rock y el experimentalismo étnico, con la curiosidad de que se trataba de una apusta al ordenado caos de las cuerdas tradicionales, sin contrabajo ni guitarras eléctricas.

Ni bien el disco vio la luz y comenzaron a cosechar algunas buenas críticas pero pocas ventas, los percusionistas Paige Van Antwerp y Jonathan Thomas, el trompetista Wallace Shawn abandonaron el proyecto y hubo una serie de acomodamientos que no fueron buenos. Limbic rage de 1995 fue bastante peor que su antecesor y en 1999 Amoebic Ensemble pasó a mejor vida.
Si revuelven un poco lo encuentran. Escuchen la primer canción, la que da título al disco que les presentamos, y ahí nomás van a ver que vale la pena.


lunes, 7 de enero de 2013

¡No al circo oficial en la ex Escuela Superior de Mecánica de la Armada (ESMA)!

Repudio al asado en la ESMA


La desocupación superaría el 30 por ciento entre los universitarios polacos (y la situación no es muy diferente para el resto de Europa)


Más de un 30 por ciento de los universitarios de Polonia podrían estar desempleados en 2013, advirtió hoy la Asociación de Administración de Personal de este país centroeuropeo. De acuerdo con la entidad, la tasa de desempleo de 25,8 por ciento registrada entre los graduados de educación superior en noviembre fue más del doble de la de paro nacional, que se ubica en 12,9 por ciento.
Los autores del estudio consideraron que entre las principales causas de ese fenómeno se encuentran la baja inversión en la economía nacional, el poco crecimiento del Producto Interno Bruto y la falta de ajuste de la educación académica a las necesidades del mercado.
Según el informe, problemas similares son visibles en otros países europeos, donde los niveles de desempleo entre los jóvenes llegan a rebasar el 50 por ciento en Grecia y España.
El texto también citó un pronóstico de la Organización Internacional del Trabajo, de acuerdo con el cual no debe esperarse una mejora de las condiciones de empleo para los graduados universitarios antes de 2016.